"Siempre había pensado que si alguna vez me separaba
de Ventura sólo me llevaría el cuadro de las espigas. Es lo único que
tenía cuando me casé y lo único que quisiera llevarme cuando me
descase. Mi corazón siempre ha bailado con las espigas de ese cuadro que
adquirí al ganar mi primer sueldo. En realidad no es un cuadro, sino una
copia de otra copia, pero en sus colores están contenidos todos los
vaivenes emocionales que he sufrido en los veinte años de mi última
existencia, el entusiasmo, los nervios, el amor innecesario, la ternura y,
al fin, esa desazón que se ha apoderado de mí y que me hace sentir como
si tuviera el cuerpo burbujeando en alka-seltzer".
Así es Fidela, una mujer a la deriva en el ancho de mar
de los sentimientos, en un mundo y un ambiente en los que apenas hay lugar
para ella. Sólo el tórrido romance que mantiene con un hombre casado
consigue proyectarla más allá de su desazón cotidiana y la invita a
pasar revista a su azarosa vida.
El resultado es un relato vibrante y arrollador en el que
las relaciones afectivas de la vida familiar cobran vida porpia y se
convierten en puntos de referencia de nuestras propias vidas. Un relato
irresistible con el que Carmen Rigalt ha quedado finalista del Premio
Planeta 1997.